En el libro los 5 lenguajes del Amor de “Gary Chapman”, éste compara el corazón con falta de amor de una persona con la imagen de un depósito vacío. Cuando esto sucede, la persona lo va a manifestar con su conducta de diferentes maneras, generalmente relacionado con el tipo de temperamento que posee, puede volverse irritable, hipersensible, indiferente, superficial, etc. Este tipo de conductas no deben tomarse necesariamente como odio, sino como el pedido del corazón de la persona por una necesidad imperiosa de saberse amado
Existen diferentes eventos en la vida del ser humano que pueden cubrir por momentos esa falta de amor, conseguir una nueva relación de amistad, conocer a la “pareja ideal”, casarse, llegar a ser padres, etc.; pero muchas veces estos sucesos nos levantan por un tiempo pero al no ser sostenido por un amor camino a la madurez, tiende a desaparecer y nuevamente somos confrontados con nuestra realidad, a la espera de otro evento especial y así sucesivamente. Esta situación genera que nuestras vidas experimenten vaivenes y nuestras emociones entren en una experiencia de “montaña rusa”, un tiempo arriba y otro abajo, divertido para un juego pero no para nuestro corazón, ya que crea inestabilidad, inseguridad y temor, impidiéndonos amar con libertad. Todas estas situaciones se dan no sólo en nuestra relación matrimonial sino en el resto de las relaciones que como seres humanos valoramos.
Cuando una persona tiene su depósito de amor vacío, es posible que tome una de estas 2 actitudes extremas: Una de ellas consiste en que frente a su necesidad empiece a exigir que le llenen el depósito, se vuelve egoísta, demanda, reclama y genera discusiones cada vez que no la tratan “con amor” y es posible que llegue a la renuncia a la relación y busque una nueva relación que lo llene una vez más del “amor” que necesita. Debo añadir de paso que una nueva relación puede refrescar a la persona hasta que pasa la burbuja de la emoción y fantasía y nos empezamos a dar cuenta que la persona que tenemos al lado no es un ángel y que tiene también defectos que nunca pensamos encontrar; entonces la vida de la persona se vuelve en un cambio constante de relación tras relación hasta que pueda encontrar la persona que “realmente la ame”.
La otra actitud extrema de una persona que tiene su depósito de amor vacío es la posición de víctima, con niveles de tristeza a veces profunda y llegando a la depresión. Algunas de ellas no tienen el carácter para expresarlo verbalmente y se convierten en los héroes o heroínas que soportan todo, ofensas, maltratos verbales y físicos, abusos hasta sexuales, etc.; pero que los soportan porque sienten que no encontrarían a nadie que los ame de verdad y cuando se les expresa amor lo rechazan. De otro lado muchas de ellas a simple vista pueden verse con actitudes loables de servicio, de generosidad, colaboración y desprendimiento, pero en realidad son manifestaciones de una necesidad de querer ganarse un poco de cariño y amor.
Para que una persona pueda finalmente llegar a un nivel de amor maduro, necesita desprenderse de ambas de estas actitudes extremas; del egoísmo que ofende, maltrata y hace sentir culpable y en deuda a la otra persona, y también de la posición de víctima o autocompasión, que no dignifica el valor que Dios ha colocado en cada persona. En el amor maduro, uno debe aprender a dar pero también a recibir afecto. La Biblia dice que nosotros “le amamos a Él, porque Él nos amó primero” y que “todo lo que el hombre sembraré eso también segará”; y esto no significa que no debemos dar puntada sin hilo, sino que para que exista una relación de amor maduro debe ser de mutuo beneficio y no de un solo lado. Dar sin esperar recibir es sólo una parte de la verdad, porque todo el que da, recibe, Lucas 6:38.
Existen diferentes eventos en la vida del ser humano que pueden cubrir por momentos esa falta de amor, conseguir una nueva relación de amistad, conocer a la “pareja ideal”, casarse, llegar a ser padres, etc.; pero muchas veces estos sucesos nos levantan por un tiempo pero al no ser sostenido por un amor camino a la madurez, tiende a desaparecer y nuevamente somos confrontados con nuestra realidad, a la espera de otro evento especial y así sucesivamente. Esta situación genera que nuestras vidas experimenten vaivenes y nuestras emociones entren en una experiencia de “montaña rusa”, un tiempo arriba y otro abajo, divertido para un juego pero no para nuestro corazón, ya que crea inestabilidad, inseguridad y temor, impidiéndonos amar con libertad. Todas estas situaciones se dan no sólo en nuestra relación matrimonial sino en el resto de las relaciones que como seres humanos valoramos.
Cuando una persona tiene su depósito de amor vacío, es posible que tome una de estas 2 actitudes extremas: Una de ellas consiste en que frente a su necesidad empiece a exigir que le llenen el depósito, se vuelve egoísta, demanda, reclama y genera discusiones cada vez que no la tratan “con amor” y es posible que llegue a la renuncia a la relación y busque una nueva relación que lo llene una vez más del “amor” que necesita. Debo añadir de paso que una nueva relación puede refrescar a la persona hasta que pasa la burbuja de la emoción y fantasía y nos empezamos a dar cuenta que la persona que tenemos al lado no es un ángel y que tiene también defectos que nunca pensamos encontrar; entonces la vida de la persona se vuelve en un cambio constante de relación tras relación hasta que pueda encontrar la persona que “realmente la ame”.
La otra actitud extrema de una persona que tiene su depósito de amor vacío es la posición de víctima, con niveles de tristeza a veces profunda y llegando a la depresión. Algunas de ellas no tienen el carácter para expresarlo verbalmente y se convierten en los héroes o heroínas que soportan todo, ofensas, maltratos verbales y físicos, abusos hasta sexuales, etc.; pero que los soportan porque sienten que no encontrarían a nadie que los ame de verdad y cuando se les expresa amor lo rechazan. De otro lado muchas de ellas a simple vista pueden verse con actitudes loables de servicio, de generosidad, colaboración y desprendimiento, pero en realidad son manifestaciones de una necesidad de querer ganarse un poco de cariño y amor.
Para que una persona pueda finalmente llegar a un nivel de amor maduro, necesita desprenderse de ambas de estas actitudes extremas; del egoísmo que ofende, maltrata y hace sentir culpable y en deuda a la otra persona, y también de la posición de víctima o autocompasión, que no dignifica el valor que Dios ha colocado en cada persona. En el amor maduro, uno debe aprender a dar pero también a recibir afecto. La Biblia dice que nosotros “le amamos a Él, porque Él nos amó primero” y que “todo lo que el hombre sembraré eso también segará”; y esto no significa que no debemos dar puntada sin hilo, sino que para que exista una relación de amor maduro debe ser de mutuo beneficio y no de un solo lado. Dar sin esperar recibir es sólo una parte de la verdad, porque todo el que da, recibe, Lucas 6:38.
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